lunes, 13 de diciembre de 2010

MITO DE HERO Y LEANDRO.

Hero y Leandro son dos jóvenes griegos enamorados cuyos padres no les dejan verse.
 Hero era una hermosa sacerdotisa de Afrodita, y conoció a Leandro cuando éste fue a llevar unas ofrendas al recinto sagrado. Poco después, reconocieron su mutuo amor.
Como sus padres se oponían rotundamente a la relación, decidieron verse en secreto. Cada noche, la doncella colocaba una linterna en la ventana de su habitación. Esto avisaba a Leandro de que ella se encontraba en la orilla opuesta al estrecho que separaba sus casas, que no había ningún peligro de que fueran vistos, y además le servía de guía para no perderse. Todos los días, al ver la luz, el mancebo cruzaba el mar a nado y se veía unas horas con su amada.
Hasta que una noche, cuando él se encontraba cruzando el estrecho, se desencadenó una fuerte tempestad que apagó el candil. Esto le hizo perderse, y el fuerte oleaje provocó que se ahogara. Al amanecer, Hero bajó a la playa en busca de su amado. Cuando llegó, una ola depositó el cuerpo muerto de Leandro a sus pies. La muchacha no pudo aguantar la terrible pérdida, y se suicidó arrojándose a las furiosas aguas.

POWER POINT :)

LA EDAD MEDIA.



miércoles, 1 de diciembre de 2010

Para nada...

¿Para qué sirve amar descontroladamente?
Cierto, para nada.
Lo entregas todo por amor haces lo que más puedes para que todo valla a la perfección, pero siempre queda algo ahí que impide lo que quieres proponerte…
Hay cabos sin cerrar, hay algo que no cuadra, hay algo que no lo puedes permitir. Después de que observas esto, empiezan las mentiras, ves como te evita, sientes que algo no funciona, pero ¿qué es lo que realmente es lo que ahí falla?
Se puede decir que una pregunta  responde a otra u otras…
Por más preguntas que me indigno a formular, esto sigue sin resolver nada…
Lo he dado, lo doy y lo daré siempre todo y es necesario. Solo si vale la pena…
Cuando estás enamorada no te das cuenta del error que cometes ante ello o de los errores, o es que quizás tampoco se quieren dar cuenta…
Nada todo igual, o incluso peor.
Eso si, cuando de estas chorradas sale al fin la verdad, que saldrá, estoy totalmente segura. Yo tu y todos, sabremos que yo fui la única persona que intenté arreglar todo esto, aunque para ese entonces, todo estará perdido…

...

Cuando pasamos por ese momento, creemos de ser capaces de adueñarnos del tiempo y de toda adversidad que se pueda presentar. Pero la realidad es otra, el tiempo no se detiene y no perdona, nos podemos permetir de sortear cada evento negativo,pero como dicen es genial en su momento. Pero todo pasa.


jueves, 18 de noviembre de 2010

Relato.

Algo así…

 

INTRODUCCIÓN:


Jamás pensé cuál iba a ser el motivo de mi muerte, ni si quiera dónde, porque, o por quién.
Tampoco pensé que iba a morir como en esta famosa novela, en la que mueren por amor, “Romeo y Julieta”. Me paré a pensar hace poco tiempo, cuando supe que no era quien debía ser, era yo sí, pero en otra persona. Desaparecí  y volví por amor, porque cuando realmente amas a alguien, no importa que estés ni viva ni muerta, si no simplemente enamorada y  totalmente entregada a esa persona.
Me empecé a dar cuenta de lo que realmente era amor cuando me tuve que ir por obligación a vivir a Santa Cruz de Tenerife. Por cuestión de dinero, sólo por eso. Y gracias a esto, que al principio me pareció un impedimento para mi vida social, acabó siendo el motivo por el que realmente amé a una persona de corazón.





Para continuar leyendo :)



jueves, 28 de octubre de 2010

Preciosa. Carta de Miguel Hernández a Josefina Manresa.

Mi querida Josefina:
Esta semana, como las anteriores, llega martes y no ha llegado tu carta. También empiezo a escribir ésta para que me dé tiempo a echarla después, cuando el correo me traiga la tuya, que no creo que falte hoy. Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros y desesperarme. Prefiero lo primero y así no hago más que eso, además de lavar y coser con muchísima seriedad y soltura, como si en toda mi vida no hubiera hecho otra cosa. También paso mis buenos ratos espulgándome, que familia menuda no me falta nunca, y a veces la crío robusta y grande como el garbanzo.
Todo se acabará a fuerza de uña y paciencia, o ellos, los piojos, acabarán conmigo. Pero son demasiada poca cosa para mí, tan valiente como siempre, y aunque fueran como elefantes esos bichos que quieren llevarse mi sangre, los haría desaparecer del mapa de mi cuerpo. ¡Pobre cuerpo! Entre sarna, piojos, chinches y toda clase de animales, sin libertad, sin ti, Josefina, y sin ti, Manolillo de mi alma, no sabe a ratos qué postura tomar, y al fin toma la de la esperanza que no se pierde nunca. Así veo pasar un día y otro día, esperanzado y deseoso de correr a vuestro lado y meterme en nuestra casa y no saber en mucho tiempo nada del mundo, porque el mundo mejor está entre tus brazos y los de nuestro hijo.
Aún es posible que vaya para el día de mi santo, guapa y paciente Josefina. Aunque yo, la verdad, creo que estos amigos míos llevan las cosas muy despacio. Han estado de vacaciones fuera de Madrid y han regresado esta semana pasada. No han podido venir a verme porque ahora es imposible para todo el mundo. Es casi seguro que los veré la semana que viene. Me decías en tu anterior que guardara la ropa cuanto pudiera. No te preocupes, que si no tengo ropa cuando salga, con ponerme una mano en el occipucio y otra en el precipicio, arreglado. Así y todo procuro conservarla y uso la más vieja y todo son cosidos y descosidos y ventanas por todas partes. El pijama se me ha roto y le he puesto un remiendo que es media camisa, porque se me veía toda la parte de atrás y era una verdadera vergüenza. Por lo que a mí me pasa, me figuro lo que os pasará a vosotros y como esto siga así, me veo contigo como Adán y Eva en el Paraíso.
¡Ay, Josefina mía! No nos queda otro remedio que aguantar todo lo malo que nos viene y nos puede venir, para el día que nos toque aguantar lo bueno. ¿Verdad que llegará ese día? Yo nunca he dudado de que llegará y de que seremos más felices que hasta aquí hemos sido. Esta separación nos obliga a respetar a nuestro Manolillo más que respetamos al otro. Manolillo del que no dejo de acordarme nunca. Dentro de un mes hará un año que se nos murió. Eso de que el tiempo pasa de prisa, para nadie es más verdad hoy como para nosotros y a mí me cuesta trabajo creer que ha pasado un año desde que cerró nuestro primer hijo los ojos más hermosos de la tierra.
Dios, a quien tú tanto rezas, hará que el día diecinueve de octubre lo pasemos juntos, si no hace que lo pasemos el día ventinueve de este mes. No quisiera pasar, ese día lejos de ti. Iremos a dar una vuelta al campo y si tú eres decidida, visitaremos la tierra donde nos espera. Tengo ganas de hablar contigo. La otra noche soñé a Manolillo ya con cinco o seis años de edad. Cuídalo mucho, Josefina que crezca fuerte y defendido contra toda enfermedad. Cuando te sea posible come mucha fruta y mucho vegetal, principalmente patatas. Es lo que más conviene a tu salud y a la de nuestro sinvergüencilla.
No me dices muchas cosas suyas. Supongo que ya hablará más que un loro. Si supieras que ganas tengo de oír su voz: se me ríen los huesos sólo de imaginarla, con que mira lo que me voy a reír el día que la oiga de verdad. Dime el peso que tiene, que no lo has pesado hace mucho tiempo. Estoy enfadado con Manolo y con las Marianas, a ninguno de los cuatro se les ocurre escribirme unas letras. No se acuerdan de mí, que no los olvido. Dime también algo de la abuela y la tía, que tampoco me han mandado una sola letra (...).
Bueno. Voy a dejar el lápiz y a esperar tu carta, a ver qué me trae de bueno. Nada. Hoy no recibo carta tuya. No me gusta que te retrases en escribirme. Vaya plantón que me he llevado al pie del que vocea el correo. No hay derecho. Espero que me digas algo de nuestra familia de Orihuela, de mi madre especialmente y de la de Pepito. Anteayer he recibido una carta de un amigo de la huerta, Trinitario Ferrer, muy amigo de mi hermano y me dice que se ve con él todos los días. Di a Vicente que le diga que por ahora no puedo contestarle, pero que me alegra mucho saber de él. Voy a terminar mi carta diciéndote que seas menos perezosa conmigo o de lo contrario no te voy a escribir en un mes. Y nada más porque no parezca larga ésta a la censura y porque hagan todo lo posible para que llegue a tus manos.
Manolillo: adiós, un beso ¡pum! Otro beso ¡pum! Otro, otro, otro, ¡pum, pum, pum!
Manolo: escribe, dejando a un lado por un rato las barbas y las perezas.
Marianas: a ser buenas y a pelearos una vez a la semana solamente.
Josefina: recibe para ti y para nuestro hijo y para nuestros hijos mayores el cariño encerrado y empiojado y ... perdido de tu preso
Miguel
¡Adiós!


Besarse, mujer. De Miguel Hernández.

Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
en toda la vida.
Asciende los labios,
eléctricamente
vibrantes de rayos,
con todo el furor
de un sol entre cuatro.

Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte:
descienden los labios,
con toda la luna
pidiendo su ocaso,
del labio de arriba,
del labio de abajo,
gastada y helada
y en cuatro pedazos.

miércoles, 20 de octubre de 2010